En 1973, una mujer llamada Dorothy Retallack publicó un libro llamado The Sound of Music and Plants (El sonido de la música y las plantas), en el que detallaba experimentos que realizó en el Colorado Woman’s College de Denver. La señora Retallack puso plantas en varias habitaciones y añadió unos altavoces a través de los cuales se oían emisoras de radio que emitían sonidos y estilos de música distintos. Ella observó las plantas, registró sus progresos diarios y quedó atónita ante lo que descubrió. En una habitación, la radio estaba sintonizada en una estación local de rock y en la otra una estación de radio con música clásica. Solamente se ponían tres horas de música al día en cada habitación. En el quinto día, empezó a notar cambios drásticos. En la habitación con la música clásica las plantas estaban creciendo saludablemente y sus tallos estaban comenzando a inclinarse hacia los altavoces. En la habitación de rock, la mitad de las plantas tenían hojas pequeñas y habían crecido débiles, mientras las otras estaban atrofiadas. Después de dos semanas, las plantas en la habitación de la música clásica permanecían uniformes, robustas y florecientes, y estaban reclinándose entre 15 y 20 grados hacia los altavoces. Las plantas en la habitación de rock habían crecido extremadamente altas, la floración había decrecido y los tallos estaban inclinados apartándose de los altavoces. En el día dieciséis, todas menos unas pocas plantas en la habitación de rock estaban en estados terminales. En la otra, las plantas estaban vivas, bellas y creciendo abundantemente. Sus experimentos no dejaron lugar a dudas. Demostraron que el rock hace crecer las plantas en dirección contraria a la fuente de sonido, además las hace crecer de una forma anormal y literalmente las mata. Sin embargo, la música de Bach, Mozart, Haydn, etc. hace que la planta crezca en dirección al sonido y de una manera armoniosa.
Fuente: The DoveSong Foundation