El guitarrista irlandés Rory Gallagher fue un artista excepcional pero, por desgracia, su vida personal distaba mucho de ser lo que a él le hubiera gustado. La ansiedad, la depresión, el estrés y la soledad lo hundieron en el alcohol hasta que su hígado dejó de funcionar correctamente. Según el escritor Dan Muise, su enfermedad hepática fue producto de una combinación de un fuerte sedente, recetado para combatir el miedo a volar, con el alcohol que bebía a todas horas para contrarrestar el efecto adormecedor del medicamento. Debido a esta combinación, con el tiempo, empezó a tener fuertes dolores de estómago y náuseas. Finalmente, la cirrosis invadió su hígado y tuvo que someterse a un trasplante en un hospital de Londres, donde una bacteria resistente a los antibióticos terminó por matarlo la mañana del 14 de junio de 1995, a la prematura edad de 47 años. Sus restos mortales se encuentran enterrados en el Cementerio de San Oliver, cerca de la ciudad de Cork, Irlanda, en una tumba réplica de un premió que le fue otorgado en 1972.