Cuenta Grace Slick en su autobiografía Somebody to Love?: A Rock-And-Roll Memoir, que en 1968, durante una gira en la que los Jefferson Airplane telonearon a Los Doors, tuvo un único encuentro sexual con Jim Morrison. Ocurrió cuando ella, nerviosa por lo mucho que se sentía atraída por él, llamó a su puerta una noche en la que no podía dormir. Él la invitó a pasar y terminaron en la cama jugando con un plato de fresas y después tuvieron sexo. “No fue '9 ½ semanas', con Kim Basinger y Mickey Rourke usando alimentos como lubricante erótico; fue más como un juego de jardín de infancia. En aquellos días, él era un muchacho muy apuesto. Su pene era ligeramente mayor que la media, y aún era lo bastante joven como para mantener esa acuciante conexión silenciosa llena de energía a través del residuo de sustancias químicas que pueden amenazar la erección. Al mismo tiempo era sorprendentemente amable. De alguna manera, había esperado una especie de frenético ritual horizontal. Es interesante; los tipos más maníacos en el escenario pueden ser los amantes más sublimes. Jim me desconcertó con esa expresión de otro mundo, y al mismo tiempo, sus caderas nunca perdieron el insistente movimiento de balanceo que conducía el baile”. Al terminar, ella le diría que regresaría sólo si se lo pedía, pero Morrison nunca se lo pidió.