Ian Curtis, el carismático líder de la banda Joy Division, sufría de ataques de epilepsia, lo que le obligaba constantemente a cancelar actuaciones y a ausentarse de los terrenos musicales por temporadas. El 18 de mayo de 1980, después de dos intentos fallidos de quitarse la vida, Ian se ahorcó en la cocina de su casa mientras escuchaba el disco The Idiot de Iggy Pop. Algunas teorías sobre su suicidio apuntan a que Ian Curtis quería emular a esos héroes de adolescencia que mueren jóvenes convirtiéndose así en mitos. Otras, sin embargo, apuntan a una depresión provocada por sus problemas de salud y la ruptura de su matrimonio, o a los efectos de las drogas que le habrían hecho perder el control. Pero realmente no se sabe, con certeza, los motivos que le llevaron al suicidio. Sus restos mortales fueron incinerados en el crematorio de Macclesfield, en Manchester, Inglaterra. Al poner fin a su vida, Curtis dio inicio a un culto, a un nuevo camino que rápidamente fue adoptado por miles de jóvenes de todo el mundo: el de la oscuridad del alma expresada en música y poesía.
