En 1998, Tommy Lee y Pamela Anderson tuvieron una gran pelea que acabó con un Tommy Lee arrestado y una Pamela Anderson pidiendo el divorcio. Así contó aquel suceso el batería de Mötley Crüe en el libro The Dirt: Confessions of the World's Most Notorious Rock Band: "Yo estaba cocinando para Pam y los niños. Estaba todo tranquilo otra vez, compartíamos una copa de vino. Y de pronto no pude encontrar la sartén, porque la señora que limpiaba siempre cambiaba las cosas de lugar. Y como yo estaba muy tenso, cada pequeña contrariedad se convertía en el fin del mundo. Entonces cuando no pude encontrar la sartén empecé a patear los cajones y tirar cosas, como un loco tratando de llamar la atención. Entonces Pamela vino, se dio cuenta que yo estaba de mal humor y me dijo 'tranquilo, sólo es una sartén'. Pero no sólo era una sartén. En ese momento era todo para mí. Mi tranquilidad y mi salud mental dependían de encontrar la sartén. Que Pamela no entendiera eso significaba que no me entendía. Agarré toda la vajilla que pude encontrar y empecé a tirarla gritando 'esto es una mierda'. Entonces ella dijo las palabras que nunca hay que decirle a una persona furiosa: 'Cálmate. Me estás asustando'. Debería haber salido a caminar o darme una ducha fría. Pero estaba tan enojado por la sartén, que yo veía como un signo de la falta de comunicación entre nosotros, que todo se convirtió en inseguridad y miedo. 'Vete a la mierda y déjame solo', le grité. Después le di una patada a la cocina y me lastimé el pie. Había olvidado que estaba en chancletas y eso me enfureció más. Y ahí empezó el quilombo. Empezamos a gritarnos y pronto los niños aullaban también. Pamela dijo que era suficiente, y llamó por teléfono a sus padres. La obligué a colgar. Entonces me miró con esa mirada espantosa, como diciéndome que yo era malvado y egoísta, una mirada que me reducía al gusano más espantoso que se arrastra por la faz del planeta.
Odiaba esa mirada, porque me demostraba que no había flores ni disculpas que pudieran convencerla de que era un buen tipo que la amaba. Me desafió y marcó el número de sus padres de nuevo. La hice colgar otra vez gritando 'Mierda, no los llames. Lo siento mucho'. Ella tiró el teléfono y me dio un puñetazo en el cuello, que realmente dolió. Era la primera vez que una mujer me golpeaba. Vi todo rojo, me cegué. Como un animal hice lo primero que me indicó el instinto: la sacudí brutalmente gritándole 'Qué mierda te pasa, estás loca'. Y no la soltaba. Mi intento de calmarla sólo la asustó más y ahora lloraba. Empezó a putearme, a decirme las cosas más espantosas, me apuñaló en todos los puntos débiles. La solté y salió corriendo hacia la habitación de Brandon, como una madre amantísima que tenía que proteger su cría del padre cruel. Le di una patada en el culo, no muy fuerte porque estaba en chancletas, gritándole que era una perra. Terminamos en la habitación de Brandon: yo quería hablar, pero ella no me contestaba. Tenía al niño en brazos. 'Suéltalo', le dije. 'Lo voy a llevar afuera. Hijo ¿quieres ir a ver los sapitos?'. Nuestra piscina se había llenado de sapos ese invierno, y creí que era una buena idea salir al fresco con él para tranquilizarme. Pero seguía gritando. Agarré al niño de la mano, y ella tiró de él para acercarlo. De pronto estábamos luchando sobre él, completamente trastornados. La situación seguía empeorando. La empujé, y cayó sobre una pequeña pizarra de los chicos. Cuando trataba de no caerse al suelo se rompió una uña. Mientras gritaba, arrastré a Brandon hasta la piscina y me senté con él. Le dije que mami y papi lo querían mucho, y que se querían mucho. Le prometí que nunca volvería a gritar ni enfadarse si eso lo asustaba. Nos calmamos, dejamos de llorar y lo llevé a su habitación. No pude encontrar a Pamela: quería pedirle perdón. Cuando salí de la habitación de Brandon, vi a dos policías. 'Por favor dese vuelta, Mr. Lee', dijeron. '¿Por qué?', dije yo. 'Hágalo', contestaron. Lo hice y sentí el frío metálico de las esposas en las muñecas. '¿Me están jodiendo? ¿Por qué me esposan? Esposen a esa perra también. Me dio un puñetazo'. 'No nos importa, Mr. Lee', dijeron. Al día siguiente Pamela pidió el divorcio".
Odiaba esa mirada, porque me demostraba que no había flores ni disculpas que pudieran convencerla de que era un buen tipo que la amaba. Me desafió y marcó el número de sus padres de nuevo. La hice colgar otra vez gritando 'Mierda, no los llames. Lo siento mucho'. Ella tiró el teléfono y me dio un puñetazo en el cuello, que realmente dolió. Era la primera vez que una mujer me golpeaba. Vi todo rojo, me cegué. Como un animal hice lo primero que me indicó el instinto: la sacudí brutalmente gritándole 'Qué mierda te pasa, estás loca'. Y no la soltaba. Mi intento de calmarla sólo la asustó más y ahora lloraba. Empezó a putearme, a decirme las cosas más espantosas, me apuñaló en todos los puntos débiles. La solté y salió corriendo hacia la habitación de Brandon, como una madre amantísima que tenía que proteger su cría del padre cruel. Le di una patada en el culo, no muy fuerte porque estaba en chancletas, gritándole que era una perra. Terminamos en la habitación de Brandon: yo quería hablar, pero ella no me contestaba. Tenía al niño en brazos. 'Suéltalo', le dije. 'Lo voy a llevar afuera. Hijo ¿quieres ir a ver los sapitos?'. Nuestra piscina se había llenado de sapos ese invierno, y creí que era una buena idea salir al fresco con él para tranquilizarme. Pero seguía gritando. Agarré al niño de la mano, y ella tiró de él para acercarlo. De pronto estábamos luchando sobre él, completamente trastornados. La situación seguía empeorando. La empujé, y cayó sobre una pequeña pizarra de los chicos. Cuando trataba de no caerse al suelo se rompió una uña. Mientras gritaba, arrastré a Brandon hasta la piscina y me senté con él. Le dije que mami y papi lo querían mucho, y que se querían mucho. Le prometí que nunca volvería a gritar ni enfadarse si eso lo asustaba. Nos calmamos, dejamos de llorar y lo llevé a su habitación. No pude encontrar a Pamela: quería pedirle perdón. Cuando salí de la habitación de Brandon, vi a dos policías. 'Por favor dese vuelta, Mr. Lee', dijeron. '¿Por qué?', dije yo. 'Hágalo', contestaron. Lo hice y sentí el frío metálico de las esposas en las muñecas. '¿Me están jodiendo? ¿Por qué me esposan? Esposen a esa perra también. Me dio un puñetazo'. 'No nos importa, Mr. Lee', dijeron. Al día siguiente Pamela pidió el divorcio".
Fuente: The Dirt: Confessions of the World's Most Notorious Rock Band, por Mötley Crüe y Neil Strauss