Cuando en julio de 1977 a Bob Marley le diagnosticaron un cáncer en el dedo gordo de un pie y los médicos le sugirieron la amputación para frenar el avance de la enfermedad, él se negó en rotundo y aquello sería su sentencia de muerte. Decidió pedir una segunda opinión en Miami, donde le sugirieron un trasplante de piel, algo que sería fatal para el cantante jamaicano. Tres años después, tras desmayarse, mientras hacía ejercicio en el Central Park de Nueva York, descubriría que el cáncer había hecho metástasis en todo su cuerpo. Un año después, el 11 de mayo de 1981, fallecía en Miami, a los 36 años de edad. Sus restos mortales fueron enterrados con una pelota de fútbol, su guitarra, el anillo que le dio el príncipe Asfa Wossen de Etiopía, una biblia y unos brotes de cannabis en su Jamaica natal, en un bonito mausoleo, al lado de la casa donde pasó la infancia.


