La eterna juventud de la cantante Cher no es producto de unos buenos genes, ni de haber hecho un pacto con el Diablo, sino de una suculenta cuenta corriente con la que ha pagado a lo mejores cirujanos de Hollywood. Nadie sabe con certeza a cuántas operaciones de cirugía estética ha sometido su cuerpo, ni cuántos carísimos tratamientos rejuvenecedores y liftings ha pagado con la tarjeta de crédito. Algunos rumores apuntan a que ha pasado más de 44 veces por el quirófano y que llegó a extirparse las costillas flotantes para afinar la cintura. Ella, por su parte, nunca ha negado lo evidente, aunque sólo ha admitido haberse operado la nariz, la boca y los pechos: “Si quiero poner mis pechos en la espalda, no es asunto de nadie más que mío”. Y es que Cher es capaz de cualquier cosa con tal de parecer joven, incluso de recurrir a métodos tan baratos y vulgares como una simple cinta adhesiva, que colocada estratégicamente tira de la piel y la alisa. Así quedó patente, en el año 2010, durante la premiere británica de la película Burlesque, cuando un descuido de la cantante dejó al descubierto que a falta de Bótox, buena es una cinta adhesiva.