Durante uno de los primeros conciertos de Queen, Freddie Mercury cogió con tanto ímpetu el soporte del micrófono que, al intentar pasarlo por encima de la cabeza, se separó en dos y la base cayó estrepitosamente sobre el escenario. La solución hubiera sido muy simple: atornillarlo de nuevo. Pero Freddie prefirió seguir cantando de la forma más natural posible, para que no se notara que aquello no formaba parte del espectáculo. Y el resultado fue de lo más satisfactorio: descubrió que el soporte del micro sin la base era mucho más manejable y que además lo podía usar para añadir teatralidad a los espectáculos. Así que a partir de entonces empezó a utilizarlo de esta manera, sin ser consciente de que con el tiempo se convertiría en su seña de identidad más famosa sobre el escenario.