Lou Reed fue un artista inconformista, un rebelde que vivió la vida alejado de estereotipos y que murió de igual forma. Tras una larga lucha contra una enfermedad hepática provocada por muchos años de abuso de sustancias poco recomendables, perdió la batalla el 27 de octubre de 2013, al rechazar su cuerpo el hígado que le trasplantaron en mayo de ese mismo año. El óbito ocurrió en su casa de Southampton, Nueva York, porque el propio Lou Reed así lo quiso. Cuando los médicos le dijeron una semana antes del fatal desenlace que ya no podían hacer nada más por él, abandonó el hospital por voluntad propia y regresó a su hogar para morir en paz y en armonía con la naturaleza. Según su mujer, Laurie Anderson, falleció acostado en una cama mirando el frondoso jardín que rodea su casa, mientras hacía tai chi con los brazos. Lou Reed dejó de respirar justo en el momento en el que levantó las manos hacia el cielo representando la forma 21 de este antiguo arte marcial chino. Tenía 71 años.