Tras aparecer ahogado el 3 de julio de 1969 en la piscina de su mansión, en Cotchford Farm, Brian Jones sería enterrado siete días más tarde, en una ceremonia muy concurrida. Cheltenham, la ciudad que lo vio nacer y en cuyo cementerio se encuentran sus restos mortales, recibió aquel día la visita de miles de fans y de multitud de periodistas a la caza de la mejor fotografía. El cuerpo embalsamado de Brian Jones hizo su último viaje vestido con un traje azul, camisa blanca y corbata negra en el interior de un ataúd de plata y bronce, supuestamente pagado por su amigo Bob Dylan y traído expresamente desde los Estados Unidos. Según algunos, el ataúd sería depositado a una profundidad de cuatro metros para impedir así que su cadáver fuera profanado. Pero, en realidad, la profundidad extra dada a la fosa no sería para ahuyentar a los profanadores de tumbas, sino para poder enterrar en el mismo lugar a sus padres, llegado el momento. Y allí yace desde entonces el fundador de Los Rolling Stones, bajo un simple epitafio que reza: “En afectuoso recuerdo de Brian Jones”.