En 1989, Billy Idol viajó a Bangkok, en Tailandia, y se instaló en una suite del ático del elegante y palaciego hotel The Oriental, donde dio rienda suelta a su vena más punk, destrozando por completo la estancia. Por si esto fuera poco, permaneció allí tres semanas, que fueron una fiesta continua de alcohol, drogas y destrucción, y se negó a irse cuando, desde la dirección de hotel, hartos de su comportamiento, le pidieron que se fuera. Así que al final recurrieron a las Fuerzas Armadas del país, quienes, sin miramientos, se presentaron en el lugar, le dispararon un dardo tranquilizante y lo sacaron del hotel inconsciente en una camilla, solucionando el asunto en pocos minutos. No mucho tiempo después, el hotel le pasaría una factura de 250.000 dólares por los daños causados al establecimiento.